viernes, 9 de diciembre de 2016

“A la diabla”

Por: Victoriano Reyes Covarrubias.

Seguimos con la chapucería. Este es un mal que se ha adentrado tanto en nuestra industria, que es preciso recurrir a remedios severos. No se puede seguir el camino de la desarmonía, pues mientras la buena fama reviste justamente a unos artículos nacionales, otros viven “a la guerra” en el comercio, a la sombra de los méritos y de los laureles bien ganados de la industria nacional. Hay algunas industrias que tienen especial cuidado en “dorar la píldora”, para que los compradores se entusiasmen con los colores brillantes de los esmaltes… Lo imperfecto y lo rudimentario alcanzan precios inverosímiles, y es lamentable que, poseyendo el país artesanos de reconocida capacidad y adaptabilidad, se produzcan borrones. Se malogra así el esfuerzo de aquellas otras industrias que van a la vanguardia.

Se trabaja de cualquier modo y con un desprecio olímpico por el público comprador.

No podemos negar que desde poco antes de la última guerra, nuestro país ha visto la aparición de muchas nuevas industrias grandes y pequeñas. Comenzamos por ver un gran número de juguetes de madera esmaltados. Magnífico esfuerzo sin embargo, hay algunos de esos juguetes que sin tocarlos se desarman solos. ¡Y qué precios! Ni que la madera fuera traída de los bosques privilegiados de Sumatra. No se pide “eternidad” sino una duración razonable.

¿Quién no se queja de algunos zapatos? No duran nada. Muy brillantes, muy enmarcados en las líneas de moda, muchos sellos, muchas luces de perfil y de frente y muchos trípodes en las vidrieras para luego quedar, con perdón de los lectores, con “la pata en el suelo”. Y esta experiencia desagradable se tiene a corto plazo, aunque la mercadería se vendía a largo plazo… ¡Como se añoran los zapatos hechos a mano! Es claro que no vamos a exigir los zapatos del abuelo aquel que se jactaba de haber usado un par de zapatos durante cuarenta años… El buen hombre había vivido montado a caballo atendiendo las faenas del campo.

En verdad, el gran número de industrias,  en vez de producir una mejor calidad de artículos por la competencia, ha provocado un desmejoramiento. Se ha descendido con toda libertad a la pacotilla y al engaño con la “mano de gato”, por aquello de que “todo entra por los ojos”.

La historia habla que bajo la dirección del Padre Carlos, de los condes de Flainhausen, se construyó aquí en Santiago, sin que ninguna pieza se trajese de Europa, el reloj que adornó la torre de la Compañía. Y era un buen reloj. ¿Por qué hoy no puede arreglarse a la perfección uno de estos artefactos de bolsillo? Se dirá que no hay repuestos y que la máquina es mala de nacimiento pero el caso es que hasta cuando el reloj es de buena clase, el relojero chapucero no falta. Esta es una canción que todo el mundo tararea. La mayoría de los que componen relojes son un problema nacional. Es cierto que en estos tiempos de desorden se segundos más segundos menos no se toman en cuenta, sobre todo cuando hay tanta gente que malgasta el tiempo en tonterías y tienen el reloj solamente para la vista.

Trabajar  “a la diabla” no conduce a ninguna parte, excepto al desprestigio y a la falencia. Los industriales que tratan de llenar el mercado con artículos de mala calidad, deben meditar en la seguridad de su trabajo y en el respeto que se debe al público sitiado por necesidades. Lo demás es aventura, simplemente aventura…





Recopilación de: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.












jueves, 22 de septiembre de 2016

Chapucería


V. R. C.
Está bien que le busquemos los tres pies al gato en estos tiempos de necesidad, pero no nos salgamos de madre. Todo tiene su medida cuando se trata de la consideración ajena. Hay que tener un respeto mínimo para el prójimo que tanto anhela que la industria nacional sea la base de una prosperidad segura, continua y real.

Se ha palpado en este último tiempo mucho de chapucería en diversos campos de la industria. Posiblemente sea un error a primera vista, pero cuando se compran tres abrelatas en un mes y todos se rompen y se doblan, aunque cuesten caros y se vendan con gran propaganda y elogios, entonces la reclamación tiene visos fundamentales y graves. Lo  mismo ocurre con las sillas. ¿Por qué no las fabrican firmes?

Si examinamos detenidamente artículos que se fabrican para diversos usos, descubrimos que algunos fabricantes son unos frangollones. Es natural que estos culpen al obrero de no servir más que para un chapuz, pero con disculpas y traslados de responsabilidades no adelantamos nada. Lo cierto es que si se compra un dispositivo atornillado, al poco tiempo el hilo está gastado y adiós platita. Ocurre igual que con los abrelatas.  Algunas tazas, con la primera agua caliente que se les hecha, lanzan el grito postrero y se parten como una sandía. Y hasta sacos de papel que se venden en el mercado están hechos, al parecer, con “malicia”, pues antes de dar pocos pasos y con muy poco peso, el borde del saco cede y todo cae al suelo. Recién se han dado cuenta los fabricantes de esos bolsones de papel que se requiere un borde de cartón para firmeza, pero aun así, esos sacos son débiles y hay que cambiarlos a menudo. Es claro, se dirá allí está el negocio. No sería ninguna gracia tener un bolsón de papel grueso que durara una eternidad. Empero, no vamos a la exageración, lo único que puede exigirse razonablemente es que duren cinco minutos para poder llegar a casa.

En este problema de hacerlo todo a prisa y mal, para poder ganar dinero y más dinero, existe la vieja costumbre de presentar los primeros ejemplares de un artículo en excelentes condiciones, pero a medida que va saliendo al mercado, al poco tiempo transcurrido, la calidad disminuye, porque ya el artículo “está lanzado” y el público cree que es bueno. Y esa calidad es ficticia, en muchos casos.

La tendencia actual es ir a lo rudimentario, a la pacotilla, al mamarracho. Muy bonito por afuera, pero la hojarasca muy pronto hace su aparición. Se entroniza el descuido, el afán de lo imperfecto y en la mayoría de los objetos se advierten manos de trapo. ¿Cómo fabricar sillas para guaguas que duren para tres generaciones? Esto parece inverosímil, pero conocemos una de esas sillas. La hemos visto en un comedor de una casa de tradición, en donde no hay nada artificial. Esa silla, con su madera redonda y arqueada. La mesita que se levanta y se baja, el soporte para los pies y el asiento y espaldar de junco, conserva el estilo de Viena. Fue hacha hace cincuenta años y costó siete pesos y todavía presta servicios a una tercera generación y quizá servirá para una cuarta.

Parece que hoy la cola no pega bien ni tampoco los tornillos tienen buen hilo. Puede ser que los clavos se doblen y la madera se trabaje en verde, lo que luego produce los desastres. Hay muchas causas para la chapucería en algunas industrias nacionales.

Estimamos que esto hay que corregirlo, porque no es bueno caer sentado en un comedor ante la hilaridad de los comensales ni quedar con un abrelatas en la mano como espada de plomo después  de combatir contra soldados de lata…






Recopilación de: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.









jueves, 4 de agosto de 2016

La Gallina


V. R. C.
El grupo de jóvenes parecía un piño de atormentados. A las diez de la noche se afanaban por ir a un baile a cualquier parte, para oír música y ejercitar las piernas con mambos y guarachas. Cambiaban ideas y algunos querían ir al extremo sur de la ciudad y otros para el oriente. Por fin se pusieron de acuerdo y la expedición partió desde una esquina de la Plaza de Armas de ésta capital.

Esto es corriente los días sábados y domingos. Fuera de las quintas de recreo, hay unos salones de baile que ofrecen toda una variedad de peripecias monetarias y malabarismos serios. Con la llegada del frío, los jóvenes bailarines tratan de buscar una expansión bajo techo, para evitar la danza macabra de la bronconeumonía.

En el Valparaíso de otro tiempo, de aquellos años en que se tocaba “Salomé” y “Dardanela” como una gran novedad, existía un salón de baile que siempre funcionaba  “bajo techo”, es decir tenía la pretensión de ofrecer un techo a los bailarines en verano y en invierno, para que pudieran dedicarse confortablemente al arte loco  de Terpsícore. El baile más loco de ese tiempo era el  “shimmy”, un foxtrot con tiritones y con un zangoloteo de los codos, que ahora nos parecería sumamente ridículo, sobre todo en las mujeres. Y noche a noche sin esperar los sábados y domingos, la juventud más granada, la más “decente”, acudía a ese salón de baile ubicado en el Almendral, cerca de la Plaza O’Higgins. El amplio techo del caserón de dos pisos, trataba de cobijar con sus calaminas desvencijadas a los polluelos que llegaban en la noche. Y por esa función “maternal” y nocturna se dio al salón el nombre de “La Gallina”. 

Otra versión dice que el nombre le vino desde tiempo inmemorial por las trifulcas que se organizaban allí y que ponían  “carne de gallina” en los asistentes que si bien eran “decentes”, había entre ellos hombres y mujeres de “dudosa ortografía”. El aire de gresca de música y bullicio, era un contraste con el nombre de “La Gallina”, sinónimo de mansedumbre.

“La Gallina” era de dos pisos. El salón de baile enorme estaba en el segundo. No era  más que un barracón, al que se llegaba por una estrecha escalera de madera. Allí se juntaban los amigos y enemigos, después de comida, muy a disgusto de las “pololas” que sabían que después de despedirse del paseo en la Plaza de la Victoria, los príncipes azules se iban a estirar las piernas a “La Gallina”. En tiempo la barriada en que estaba el salón de baile más famoso del puerto era de gran renombre en la vida nocturna. Ahora, no hay nada de eso. Nuevas inquietudes han reemplazado el bullicio. Y las “pololas” de antaño recuerdan como regañaban a sus príncipes.

-No me mientas, tu estuviste en “La Gallina”, anoche.

-No, amiga del alma. Me acosté temprano.

Los tiempos aquellos se fueron, pero han quedado los recuerdos como aleteos. Hoy” Las Gallinas” que hay en Santiago semejan pollos raquíticos al compararse con la que había en el Almendral, en los tiempos de “Salomé” y de “Hindustán”.




Recopilación por: Alejandro Glade Reyes. / Crónica de Victoriano Reyes Covarrubias.









miércoles, 3 de agosto de 2016

La fruta y el niño

Domingo 4 de Febrero de 1951


Sin contar la guerra de Corea ni la de Indochina, la estadística mundial coloca a Chile en el primer plano en cuanto a mortalidad infantil. Eso no se debe al mal funcionamiento de la máquina de sumar ni a la mala jugada de un empleado de Estadística, sino a la deficiente alimentación que tiene nuestro pueblo.

Estamos en una temporada de fruta y vemos con horror que los niños no podrán llevarse a la boca las vitaminas suficientes. Por la carestía, los pequeños tendrán que conformarse con mirar y nada más que mirar. ¿Acaso no queremos a los niños? Parece que olvidamos que son la parte más vital de nuestro cuerpo social. Son la promesa viviente de un futuro. Si están encajonados y en fila en la necrópolis, de poco o nada servirán, salvo para el recuerdo de los padres querendones o de los amigos fieles, y para la estadística cruel que nos fustiga en plena cara.

La desnutrición infantil es un hecho palpable. Lleva a la negación de la resistencia orgánica, resistencia que es sumamente necesaria para hacer frente a las enfermedades que sitian a los niños. La falta de frutas en su alimentación trae malas consecuencias. No se necesita ser médico para decirlo, pero quienes velan por esta alimentación –que son las autoridades y los padres- tienen su pecado: las autoridades, por dejar que se suban exageradamente los precios de la fruta, y, los padres, por creer que se debe enseñar a los niños a “no ser tentados”, mientras ellos saborean un rico “borgoñita con duraznos”.

Los estudios realizados en Chile sobre alimentación popular han demostrado el bajo consumo que hace la población de ciertos artículos vitales. La fruta cada día sube más de precio, alejándose de la mesa de la gente modesta. No decimos que esa gente nunca prueba una ciruela, pero lo que nos interesa en la frecuencia en el niño.

En Bolivia, la gente del pueblo el mejor regalo que envía a sus amistades es una cesta llena de toda clase de frutas que alegran de antemano con sus colores. Aquí, país exportador de frutas, no podemos regalar ni un membrillo “corcho” porque quedamos en la calle. ¿Pobres colegiales! Aunque les salgan boqueras con el membrillo golpeado en la pared, anhelarán esa fruta que también estará por las nubes. Se dirá que para eso está el dulce de membrillo, las mermeladas diversas, los jugos que se expenden en botellas elegantes y las jugueras de las fuentes de soda, y por último las píldoras de vitaminas. Pero el asunto no es de reemplazantes, sin poner en duda su poder alimenticio, sino de fruta directa por razones altamente fisiológicas.

El niño al ver una pera de agua sufre un estímulo en sus glándulas salivales y si se come esa pera el bolo alimenticio es perfecto y nutritivo por equilibrio funcional. Pero se le hace agua la boca sin probar la pera, el estímulo inútil se transforma en irritación orgánica y mental muy perjudicial. ¡Ah!  Se debe esconder la fruta entonces, en las ventanas y puertas de los comercios para evitar el mal… o bien bajar los precios para poder comprar. No se trata de “buscarle el cuesco a la breva”. Pero los hombres maduros de hoy que tienen la palabra y que tuvieron infancia, no deben ser egoístas en un asunto que beneficia  a los niños como es la fruta en su alimentación. Las sales de la fruta ayudan a disolver los alimentos y llevan las substancias  necesarias para construir los tejidos del cuerpo del niño, porque  el niño “se construye” y seremos unos malos arquitectos de la  sociedad si no empleamos buenos materiales en su construcción.



Recopilación de: Alejandro Glade R. /  Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.





martes, 5 de julio de 2016

Sinfonía del acuerdo


V.  R. C.
El gusto por la música es algo que nos distingue como pueblo. En algunas ocasiones somos desafinados pero eso no importa. Ya sabemos que aparecen los cantores y músicos por generación espontánea en los finales de las fiestas. Los más porros de las clases de solfeo sacan la voz, para hacer arabescos del lado práctico del pentagrama.

Somos todos músicos en potencia, aunque algunos no den señales de tal inclinación. Es común el caso de que los más callados o apáticos, se identifican con la palmípeda famosa antes de partir de este mundo.

Hay una pequeña minoría que toma la música en serio y se somete a la disciplina del estudio sistemático. Se aferra al pentagrama no para columpiarse como un trapecista de circo entre las cinco líneas y los cuatro espacios, sino para construir en la pauta una personalidad o sacar de ella lo que culturalmente exige su espíritu. Esta minoría que considera las diversas llaves o claves como un Sésamo  Ábrete, para el noble deleite del espíritu, sufre una enormidad al ver como cierta gente arpegia en el guitarrón del mal gusto. ¿No somos acaso, melódicos y cadenciosos? Si se trata simplemente de “mete bulla”, también podemos dar un concierto al aire libre con el antiguo y desaparecido cacho del heladero.

Hay una disonancia entre nuestro gusto musical reconocido y lo que hacemos. ¿Por qué no aprovechamos las cualidades que nos elogian? En ninguna parte hay una doble barra que impida una cultura verdadera en eses sentido. Estamos por creer que en nuestra vida musical hay un calderón transitorio. La aparición de aparatos mecánicos que cantan y tocan por nosotros han atrofiado, en parte, nuestro gusto por aprender a tocar un instrumento musical o educar la voz. El desgano por tomar en serio el aprendizaje de la música es una “fioritura” en el calderón impuesto por la mecánica y la técnica de los audiones. Empero, nunca es tarde para entrar al templo de la diosa y quemar  el sándalo con delicadeza para sentir el perfume de nuestra propia ofrenda.

No nos referimos al arte de escuchar – por cierto de primera importancia también -  sino al arte de aprender, que axige además de disciplina, un concepto altamente cultural de ser intérprete de una emoción, para proyectarla hacia adentro o hacia afuera. Es grande la diferencia entre el ejecutante de verdad y el “ejecutante” que coloca un disco fonográfico.

Sabemos que todos no tienen dedos para organistas… Todos no pueden se ejecutantes o compositores, pero la mayoría de las personas creen que sólo existe la guitarra, el piano, el cello y el violín. Y aún entre éstos instrumentos hacen eliminaciones: la guitarra porque es huasa; el piano, porque es caro; el cello porque es muy grande, y el violín, porque es muy difícil. ¿Quién aprende clarinete? ¿Y flauta? En verdad nadie estudiará  el sacabuche ni el cimbalón, pero por allí hay jóvenes que estudian el tam-tam.

Sería bueno que todos los habitantes del país formaran una gran orquesta, cada uno con el instrumento adecuado a su capacidad, para tocar la “Gran Sinfonía del Acuerdo”. Para ello tendríamos que aprender Teoría y Práctica, para que resultara perfecta. Leeríamos todos en el mismo pentagrama. Nuestro gusto musical en potencia puede ayudarnos.



Recopilación de: Alejandro Glade R. / Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.






sábado, 23 de abril de 2016

Dumping de esqueletos…


V. R.C.
Hombres de ciencia soviéticos han descubierto millones de esqueletos de dinosaurios en una región muy apartada de la Mongolia. La noticia es desconcertante, porque en el mundo había un par de docenas de estos armazones de huesos, reunidos y cuidados con muchos sacrificios personales y monetarios.

Después de este verdadero dumping de esqueletos de dinosaurios con que nos amenazan los rusos – al igual que el trigo hace algunos años – no podemos menos que pensar en la consecuencia que tendrá el descubrimiento de tan enorme cantidad de huesos. Es evidente que hay que desenterrarlos, pero con unas pocas palas mecánicas el problema será resuelto. El cementerio dinosáurico está circunscrito según los cientistas andariegos, a un antiguo lecho de río lo que hace suponer una costumbre igual que la de los elefantes salvajes que eligen un sitio para morir.

El personaje puesto por Jenaro Prieto en “Un muerto de mal criterio” habría sufrido una gran alegría al saber de la huesera mongólica de reptiles. Hay ahora un stock para elegir toda clase de huesos, sin necesidad de recurrir a la reconstrucción de la talla dinosáurica con la ayuda del yeso. Los grandes esqueletos que se exhiben en los museos – valuados enalzadas sumas – perderán ahora su valor ante la oferta de huesos que surge desde la Mongolia. ¿Qué utilidad se dará a ese cementerio de reptiles fósiles?

Los rusos están necesitados de divisas, y con seguridad comenzarán a exportar la materia prima a destajo. El hueso como abono es cosa admitida; como alimento para aves, también; la fabricación de peinetas de hueso volverá por sus fueros, y hasta me atrevería a pensar en la iniciación de una industria, para la exportación las substancias rusas tan famosas como los pasteles de Tobolsk, que halagaron el paladar de un Rasputín.

Otro aspecto del descubrimiento de esqueletos de reptiles fósiles de las épocas jurásica y cretácea Inferior, es que la abundancia  va a producir la popularidad de unos esqueletos que antes  se consideraban joyas por lo escasos. El hueso de dinosaurio se hará popular como la marmolina, el carey y el nylon, pero no tan común como el hueso de gallina… sobre todo entre nosotros, aunque se desee construir un matadero modelo para aves…

Podríamos haber esperado del Extremo Oriente un yacimiento de huesos de dragones, pero los estudios que se han hecho dan por tierra con el emblema de los chinos. El dragón es de la fantasía y de los trajes orientales. Posiblemente en la vida real tuvo su equivalente en un pájaro grande antediluviano o un reptil alado, cuyos huesos se perdieron.

Los fenómenos extraordinarios que presentan a veces los reinos vegetal o animal tienen el privilegio de cautivar la imaginación de los hombres. Y las excavaciones revelan cada día sorpresas inauditas. ¿No es acaso desconcertante que al excavar tierras milenarias, para sacar a luz la tumba de San Pedro, se  descubra, en cambio, la tumba de un pagano, con un despreciativo epitafio para el Más Allá?

Los cientistas en la Mongolia buscaban cierto mineral preciado hoy día en el mundo… y encontraron huesos, montones de huesos de dinosaurios, cuya historia interesa a muy pocos, pero, su aplicación, a muchos.



Recopilación por: Alejandro Glade R. / Escrito por: Victoriano Reyes Covarrubias.

viernes, 22 de abril de 2016

Contagio mental.

31 de Octubre 1948
V. R.C.

En informaciones cablegráficas aparecidas en estas mismas páginas se ha dado cuenta de un recrudecimiento asombroso de la criminalidad en Inglaterra. Posiblemente sea un fenómeno mundial, que en otras partes pasa inadvertido a causa de la poca publicidad que se da a lo que ocurre en algunos lugares que están menos en el “spot – light” o foco luminoso de la actualidad.

La post guerra tiene que ser así. Hay un desequilibrio mental colectivo, que las naciones tratan de corregir, pero siempre escapan las corrientes mentales que son consecuencia lógica de la muerte, de las matanzas y de las calamidades. Casos individuales sirven de ejemplo, para demostrar el contagio mental peligroso que se evidencia en hechos tremendos.  Aquel niño de 12 años de edad, de Ipswich, Inglaterra – de recordada y triste historia – que se colgó de una viga, después de haberse intoxicado con los pormenores de todas las ejecuciones de Nuremberg, es un ejemplo típico de lo expuesto. El pobre Thomas Ciryl Hailatone representó demasiado gráficamente sus ideas.

El pequeño Thomas no tuvo la culpa, como tampoco tiene la culpa ninguno de nuestros niños que son abandonados a su propia suerte en medio de la complicada vida moderna.

Un conocido escritor chileno dijo hace poco que la narración de fracasos, de ruinas y de asuntos truculentos satisface a un conjunto de enfermos y de fracasados. Es una terrible verdad.

Así como los estudios del doctor Gessell explican la percepción gradual de un bebé, la psicología del niño tiene también su desarrollo por etapas. Esto no es ninguna novedad, pero la mayoría de las personas con hijos o sin ellos, descuidan factores que son fundamentales en la vida infantil.

El contagio mental de los ahorcamientos en Nuremberg no sólo tuvo repercusión en el mundo infantil de Inglaterra, sino también en los Estados Unidos, en Chile y en otros países, como prueban las noticias publicadas esporádicamente en el tiempo que siguió inmediatamente a la soga final de la guerra. Aquí se registró un caso de niño suicida que eligió el ahorcamiento, y a los pocos días de ese hecho, otro suicidio similar conmovió a la ciudad.

Es magnífica la idea de tener un teatro y bibliotecas especiales para los niños. Las cintas cinematográficas, comedias y libros deben ser medidos para el desarrollo mental de los que están aprendiendo a vivir apuntalados por sus cortos años. Las negligencias llevan a la creación de problemas.


Casos inexplicables tienen su raíz en el contagio mental. Tema magnífico es éste para discutirlo en un congreso cinematográfico, y no dudo, que en Venecia, la próxima primavera, el congreso del Séptimo Arte para los niños se ocupará de problema tan vital. Empero, no se debiera esperar que las sugerencias llegaran del extranjero, cuando aquí hay personas que pueden aportar un conocimiento amplio para evitar la zozobra de los barquichuelos humanos en las rocas del mal!.

Recopilación por: Alejandro Glade R. / Crónica de Victoriano Reyes C. 

lunes, 22 de febrero de 2016

Ballet político

V.R.C.

La vida de las bailarinas y sus “partenaires” masculinos transcurre entre los aplausos del público, la propaganda en los carteles callejeros, los sobresaltos preestrenos, las apariciones en los teatros, las jiras por las ciudades y el léxico usado en su profesión. El “entrechat” y la “elevación” son cosas de todos los días.

Lincoln Kirstein escribió un “Alfabeto del ballet” en el que están explicados todos los  términos usados en la danza. En un diccionario no sólo para los entusiastas del arte de la  Taglioni, Pavlova, Nijinsk, Alejandra Danilova o la reciente Moira Shearer. Puede servir admirablemente también para los que no aprecian en todos los detalles los entretelones políticos en un momento dado. El “Alfabeto del Ballet” se transforma así, con un poco de imaginación, en un “Alfabeto Político”, en el que se conserva, si no todo el movimiento del ballet, por lo menos su intención original.

En un examen comparativo vemos que el “Grand Adagio” es la culminación, que podríamos llamar partidista, de la danza política, en la que un candidato o precandidato (bailarina) secundado por una especie de “cavalier” realiza combinaciones de pasos y posiciones que sería incapaz de realizar solo. La función del “cavalier” es aquí la de desplegar al candidato o precandidato, para la mayor ventaja de él, relegándose él absolutamente a segundo término. Su papel es de un mero “posteur”. Empero, tiene una gran responsabilidad teatral, pues se requiere mucha experiencia para sostener y secundar al candidato o precandidato en sus evoluciones y saltos.

También se tiene el término “Ballet”, serie de danzas mímicas acompañadas de música y accesorios escénicos, todas ellas expresivas de alguna idea (política) o de alguna historia dramática (episodio nacional o extranjero) compuesta de un autor o un coreógrafo.

La coreografía, el balletómano, el cuerpo de baile y la “pirouette” son muy fáciles de asociar con el diccionario del escenario político. La “pirouette”, que sugiere acrobacia, es una vuelta completa del cuerpo del danzarín en un mismo sitio… Por supuesto que es uno de los pasos más brillantes en el equipo técnico de un danzarín.

El “iluminateur”, en el ballet político, sería la prensa, como dicen ciertos círculos, porque arroja luz multicolor sobre el escenario y sigue con su foco los movimientos de las primeras figuras y el cuerpo de baile. Pero, recordemos que el político también tiene un gran papel que desempeñar al final de la función. Es el que aplaude o silba, aunque de ello no se ocupa el “Alfabeto” de Kirstein.




Recopilación de: Alejandro Glade R. / Crónica de Victoriano Reyes C.

domingo, 14 de febrero de 2016

Los gallos en remojo

V.R.C.
Las Ultimas Noticias 1950

El problema del bullicio de la ciudad no es tan sencillo como parece. Si se tratara únicamente de hacer callar a los tenores callejeros nocturnos e improvisados, la cuestión sería de simple policía, pero los ruidos y sonidos de una ciudad como la nuestra necesitan ser catalogados para poder apreciar debidamente las infracciones.

Si esta capital fuera en algunos aspectos menos colonial, la presencia del gallinero sólo se tendría en las barricadas de los extramuros, pero ocurre que en pleno centro hay casas que tienen gallinero, aunque sea en la azotea o en un rincón del pasadizo oculto detrás de cortinajes, sobre todo en los edificios de departamentos. Y hacen bien los habitantes, porque las gallinas y los huevos están muy caros. Empero, surge el problema del bullicio de la ciudad que tanto preocupa a las autoridades edilicias.


En todo gallinero, generalmente, hay un gallo alicaído o gallardo, que por las mañanas y en las horas primeras, canta su alegría de haber amanecido con vida o su pena por ser el santo del dueño de casa…Pero lejos de toda consideración sentimental, los decibelímetros tienen la palabra, pues si se cumple la reglamentación en contra del bullicio, también caerán los gallos, no a la olla, sino al cesto de la infracción.

¿Qué el canto del gallo no es un ruido? Pero es un sonido que se mide perfectamente en decibeles, la unidad que sirve como guía en las campañas contra el bullicio. Frente a la ley del silencio el gallo no puede cantar y si lo hace podrá hacerlo en un recinto revestido de  amortiguadores del sonido. No hay discusión alguna por la inclusión de los gallos en las infracciones, porque los poetas y compositores ya lo han señalado, en múltiples ocasiones, como un temor madrugador. El mismo Kircher en su Tratado de Acústica, dice que el canto del gallo es musical y se puede escribir en  el pentagrama. ¿No es un toque de clarín? Para el castigo, los gallos deben ser catalogados  a la brevedad posible, porque hay una variedad de timbres en los cantos desde los Leghorn hasta las Pandovanas. Habría que esperar que cantara el gallo para aplicarle el decibelímetro, porque sin esta medida la multa podría resultar injusta.¿Cuántos decibeles tiene el canto del gallo chileno?


Hay un mínimo de tolerancia psico-fisiológica en esto de los ruidos y sonidos. La determinación de ese mínimo es difícil. Y por último, ya que tomamos los gallos, podemos decir que estas substanciosas aves deben poner sus crestas y carúnculas en remojo, por no decir las barbas, ya que se está pidiendo a pulmón lleno que cesen los ruidos y sonidos espantosos de la ciudad.


Recopilación por: Alejandro Glade R. /Crónica de Victoriano Reyes C. 




sábado, 23 de enero de 2016

Nacimiento en llamas.


V.R.C.

Sábado 25 de Diciembre de 1948.

El nacimiento se había incendiado la misma noche de Navidad. Los restos de los papeles quemados estaban allí y las figuras legendarias, aún en la posición de adoración, mostraban las huellas de las llamas en sus rostros y ropajes.

Esa mañana había llegado al fundo de un amigo, y en las casas la noche anterior, los inquilinos del lugar se habían reunido para cantar villancicos y rezar la Nochebuena. No podré olvidar jamás el espectáculo de un nacimiento destruido por el fuego. Y sobre todo, en el campo, en una lejanía de varias leguas a caballo desde el poblado más cercano.

En el suelo, dos o tres lagunillas; las paredes ennegrecidas y  el olor a incendio característico. El Niño Dios y la Virgen María, milagrosamente, no tenían huella ninguna de la acción del fuego. Los Reyes Magos parece que habían luchado contra las llamas, porque los regalos se hallaban intactos, pero ellos estaban derretidos. Todos los adornos de papeles de colores y pajas finísimas del nacimiento estaban transformados en ceniza. Los corderitos del nacimiento  hechos caseramente, achicharrados, con sus lanillas negras, algunos todavía de pie y otros reducidos a masas informes.

San José quedó fuera de toda identificación.

Registraré los restos del nacimiento, ante el cual la Nochebuena los hombres, mujeres y chiquillos campesinos se habían reunido con ojos deslumbrados. Descubrí los presentes más ingenuos. Hasta frutas en canastillos pequeños había entre los papeles quemados, y entre los escombros – el incendio fue peligroso, pues amenazó con quemar la casa del fundo – estaba casi intacto un legajo con versos a la Señora Doña María. Pasé largo rato leyendo esas estrofas junto al nacimiento destruido. Recuerdo algunas:
                               Señora Doña María
                               Yo vengo del otro lao.
                               Y a su niñito le traigo
                               Duraznos priscos “pelaos”

Sobre el papel quemado, todavía podían distinguirse manuscritas las otras que decían:

                               Señora Doña María,
                               Yo vengo de Pelequén.
                               “Amontado” en una escoba
                               Viene a cantarle el pequén.

Y también:   
      
                               Señora Doña María,
                               Yo vengo de Quilicura
                               Y a su niñito le traigo
                               Unas peritas maduras.

Grande debe haber sido el candor de esos campesinos cantando a la Señora Doña María. Y grande también habrá sido su dolor al ver el fuego sin miramientos, devoró en un instante el fruto de muchos desvelos y esperanzas.

Pero la gente lugareña se conformó según me dijeron, porque el Niño Dios y la Virgen María habían salvado sin un rasguño del incendio. Para el año próximo habría otro nacimiento y nuevos cantos y regalos.



Recopilación de: Alejandro Glade R.

martes, 19 de enero de 2016

Marañón nos consuela


V.R.C.
La reciente huelga de médicos nos ha hecho pensar gravemente en las enfermedades, en la orfandad súbita de la salud y en el Doctor Marañón. Parecerá extraño que mencionemos a este médico español a raíz de la última huelga de facultativos que tuvimos aquí, pero, aunque contamos con muchos amigos entre los discípulos de Hopócrates, ha sido el Doctor Marañón el que nos ha dado un pequeño consuelo ante ciertas realidades que nos sobresaltan de modo que para otra huelga de médicos ya no estaremos tan “de a pie” para soportar la orfandad de la salud.

En el reciente mes de Agosto, Marañón que es Director del instituto de Patología General de Madrid, publicó un folleto titulado “Critica de la Medicina Dogmática”. El resumen de ese folleto es interesante, si tratamos de curar todas nuestras enfermedades, posiblemente hacemos más mal que bien. ¿Qué tal? Y luego afirma que “se necesita cierto grado de enfermedad para continuar viviendo”.
¿Cae por tierra, acaso, aquello de que toda vuelta a la salud es el producto de la desintoxicación?

Estos campos de discusión  no nos pertenecen, pero como organismos sujetos a enfermedad nos interesa el asunto desde el punto de vista de la huelga de médicos, porque si tomamos en cuenta lo dicho por Marañón, la próxima huelga de facultativos encontrará a los enfermos en una actitud poco aprensiva. ¿Para qué preocuparme tanto de la falta de médicos? ¿No hay que estar algo enfermo para seguir viviendo? A lo mejor el bueno y sano es el enfermo. ¡Qué paradoja!

La ciencia es a veces tremendamente sarcástica y en este caso parece que tiene visos de broma, pero repetimos que este terreno nos es vedado, aunque sentimos un secreto impulso de  meter las narices en la magia de los laboratorios. ¿Acaso nuestro cuerpo no es un laboratorio perfecto? En su serie de frascos hay materias inofensivas y venenosas, que se complementan para que la magia sea completa y asombrosa en sus manifestaciones de vida.

En la próxima huelga de médicos – si llegara a producirse- leeremos ansiosamente otra vez el folleto de Marañón para aplacar nuestra inquietud, pero es una lástima que ese folleto sea tan corto. Se puede correr el riesgo de que la huelga sea más larga…



Recopilación de: Alejandro Glade R.

domingo, 3 de enero de 2016

Mal gusto

V.R.C.
En días pasados acompañé a un amigo al estudio de un dentista, para que le hiciera una pequeña intervención. Por supuesto que el amigo andaba todo adolorido, de mal humor, y más que nada con poca paciencia disponible. Bueno no es preciso tener dolor de muelas en este tiempo, para andar con el ánimo hecho pedazos.

Y de esa visita saqué en limpio que algunos profesionales, dentistas, médicos, abogados y otros tienen un pésimo mal gusto para arreglar las salas de espera. Mi pobre amigo, que sufría enormemente con su muela, quedó horrorizado en la sala de espera al ver una estampa de unos caballos puesta en un marco en la pared. En realidad la estampa era antipática como los muebles, la mesita, las revistas, el escupitín y las flores. El florero no tenía nada de artístico ni por dentro ni por fuera.

Las flores estaban marchitas y colocadas “al lote”. Una rápida mirada a las paredes de esa sala de espera, era para gritar, no por el dolor de muelas, sino por el mal gusto artístico.

Esto también ocurre en los estudios de algunos médicos y abogados. Creen que la persona que está en la sala de espera puede prepararse mentalmente con todo ese mal gusto, para luego entrar plácidamente a la clínica o a la sala-escritorio. ¿Qué no recordamos la parafernalia que utilizaban antes los proto-médicos, los sangradores y los saca-muelas? ¿Los abogados no trataban de impresionar con miles de libros que no habían ni ojeado? Hay algo en todo eso, aunque se tiene por cosa superficial, que puede utilizarse en las salas de espera. Prácticamente, muy poca gente va a las exposiciones de arte, pero todo el mundo va a los estudios de los abogados, dentistas y médicos. En la espera, el cliente necesita todo el solaz y estímulo que puede dar el arte bueno, pero ocurre que el arte que se encuentra en la mayoría de las salas de espera hace sentirse al cliente peor que cuando entró.

Un cuadro de yeso en relieve, con colores chillones; un marco verdoso que encierra una tela en que prima un azul marino, con blancas nubes de albayalde: una estampa de calendario antiguo, con otro marco color caoba un tanto deteriorado; los caballos que hicieron gritar a mi amigo; una mona de yeso y otra de marmolina, en una mesita, y unas revistas del tiempo del agua de Kananga… ¡Y pensar que los profesionales no son arqueológicos!¿Por qué descuidan tanto este factor? ¿Acaso no han pensado en la química mental del cliente, que pasea una y otra vez sus ojos sobre los objetos y los va asociando con el profesional que desea ver o consultar?

Sería preferible una sala de espera pelada, sin ningún adorno, antes que todos esos mamarrachos que ponen en trance a los clientes antes de llegar a la mesa de consulta o intervención. Yo creo que flores frescas todos los días en bellos floreros, compondrían mucho la cosa, aunque quedaran esos atroces cuadros colgados en las paredes. También es cierto que es más fácil alcanzar una estrella con la mano que encontrar flores bonitas y baratas. Pero, que se haga un sacrificio en bien de los que esperan.



Recopilación de: Alejandro Glade R.



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 Por: Victoriano Reyes Covarrubias. Victoriano Reyes C. Las joyas que regaló Goethe no fueron sólo como el anillo de Carlota Buff, la heroín...